miércoles, 23 de junio de 2010

El estilo

El estilo de la novela popular está evidentemente condicionado por su marco de recepción. Sin querer decir ello que el estilo tenga que ser descuidado, lo cierto es que el autor se ve obligado a renunciar a cualquier tipo de experimentación formal buscando una legibilidad que debe constituirse en seña de identidad. Dentro de estas coordenadas, Debrigode se consolida como un verdadero maestro de esta narrativa pues todo encaja en un folletín que se desenvuelve en estado puro, con un estilo muy preciso en el que tipologías descriptivas y dialogadas, junto con las narrativas, están al servicio de una acción trepidante.
La narración tiene temple y emoción, y se saben crear atmósferas intensas, de gran emoción, en las que la acción se prepara y desarrolla con excepcional habilidad; en este sentido, toda la preparación del amotinamiento en la galera de Abdul Hamez y la descripción del levantamiento de los remeros bretones -todo ello ocurre de la página 72 a la 84 del quinto volumen- o el capítulo inicial de VI, en el que se va presentando la sobrecogedora figura del Hidalgo Lunático son ejercicios de una precisión y contención ejemplares.

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