
El léxico utilizado por el autor en las novelas de
El galante aventurero es esmerado aunque puntualmente aparecen, con clara voluntad expresiva, formulaciones o palabras de orden coloquial -“
yo trataré de dársela con queso” (29, 3, V), “
cuando los hayamos desparruchado, vestiremos sus turbantes” (99, 9, V). “
Sabe que no soy un zopenco robanovias” (44, X) “
aprovechando que estuviera “haciendo la rosca”a las doncellas” (20, XIII) junto a palabras que sin duda corresponderían un registro culto. La voluntad de darle a la obra un barniz elegante es innegable aunque ello no lleva a una expresión ridícula sino una curiosa mezcla de registros. Es habitual el gusto por frases altisonantes, sonoras, casi declaraciones de principios. “
Liberar princesas, que toda mujer lo es, constituye un pasatiempo muy delicioso”(87, IX), “Asa
carne, escudero, y no mastiques risotadas”(89, IX), “
Un marino, tarde o temprano comete fechorías”(39, X), “
Prefiero mandar en turbulentos piratas que hacer entrar en razón a una mujer”(30, XIII) o “
El camino de la aventura es bello y sombrío”(123, XIII).
Cuando es oportuno y pertinente el autor el autor maneja con habilidad los tecnicismos de cualquier disciplina, especialmente del mundo marinero, un léxico que conocía en profundidad después de años escribiendo El pirata negro; de todos modos, otros ámbitos como puede ser el de la esgrima, también son manejados con sólido conocimiento y precisión.
El dominio de diversos registros léxicos, la capacidad para desarrollar una escritura que se muestre válida para el canal de la novela popular al tiempo que se ofrezca cuidada y esmerada, la habilidad para incorporar diálogos y narraciones en un acción trepidante que se complica y resuelve a velocidad de vértigo son algunas de las virtudes que convierten esta obra de Debrigode en una de las elaboradas e interesantes dentro del panorama de la narrativa popular española.
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