jueves, 24 de junio de 2010

El héroe

Luys Gallardo, castellano errante y amante de los vinos generosos, las sonrisas de mujer y las nobles peleas.” (122. XVI)

El protagonista de la serie es Luys Gallardo, el galante aventurero. Su caracterización es tópica e impecable, un valiente español, gallardo y amante de las trovas, un artista del laúd que tañe su instrumento en toda ocasión, que no se arredra ante nada y que tiene una endiablada habilidad para manejar las dagas y la espada. El nombre de Luys, con esta rara ortografía, no era extraño en la época en que se sitúa la acción y así está documentada la existencia de, por ejemplo, un celebrado vihuelista, Luys de Narváez nacido en 1490; quizás el nombre de Luys responde a una evocación del Don Luis Mejía, el antagonista del Don Juan Tenorio de Zorrilla, una obra ésta que resuena de manera constante a lo largo de toda la colección: frases como “Para echar redes a treinta mujeres (...) me sobran con diez hombres. Cuatro para entrar a coger la fruta, cuatro para vigilar la retirada, y dos para llevar la fruta a sitio seguro” (15, V)” o “Mi corazón abarca a todas y a ninguna” (87, XVIII), son frases que recuerdan los versos de Zorrilla. Sea como fuere, su apellido remite a una evidente nominación expresiva de resonancias donjuanescas: “yo, gallardo y calavera” se autodefinía el seductor romántico en la escena XII del acto primero. Pero a diferencia del héroe de Zorrilla, el galante aventurero no es un rufián sino un héroe que actúa siempre de manera desinteresada anteponiendo la felicidad de los demás a su propio interés. Sobre él nos cuenta el propio Gallardo, en evocación casi picaresca, que “a partir de mi huida de los establos malolientes, viví a salto de mata. Tengo la vocación del aventurero, que es no tener vocación. Mi sino ha querido que, dondequiera que pongo la planta, brota la aventura, el conflicto, el lío mayúsculo, y no puedo revolver una esquina sin caer en medio de alguna algarada, que me obligue, cuando menos, a airear la espada” (p.17, III). Y a su amigo Lechuga le parece “un ser atolondrado, audaz, desenfadado y generoso, que en el continuo riesgo hallaba el goce de vivir” (p.78, IV). No es casual que en más de una ocasión, se nos recuerden sus lemas: “ver y actuar” (32, IX) o “¡Atrás, que a por la Muerte vengo!” (43, XI). Luys, es, ante todo, un héroe, un ser superior que se lanza a desfacer agravios y enderezar tuertos, que enamora a las mujeres casi sin querer y que siempre tiene un momento para tañer su laúd de plata.

Mi laúd tiene cinco notas y cada una vibra con una intención: alegría, exaltación, ilusión de victoria, generosidad y pureza de finalidad. Nadie quebrará el acuerdo de estas cinco notas.” (31, XV).
Personaje plano, de una pieza, encarnación de los arquetipos heroicos de la novela popular, su paso es efímero y rutilante, una estrella fugaz que ha alumbrado el escenario en el que se desarrollaba la acción y que permite a los lectores fantasear mientras aparece en las páginas de la colección.

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